Una afición que los jóvenes
tienen hoy en día es el consumo de diversas bebidas alcohólicas con el fin de
sentir una sensación: de repente madurez o quizás ser el “chévere” siendo, así,
un factor de integración social.
El consumo de bebidas
alcohólicas data desde hace muchísimos años. Esto está difundido en todas las
sociedades de la tierra debido a que se aprendió a preparar una amplia gama de
bebidas partiendo de la fermentación de sustancias orgánicas.
El primer contacto con el
alcohol se da en casa cuando los niños de 9 a 10 años aproximadamente prueban
lo que queda en las copas de algún familiar, pero la adolescencia es la etapa
más vulnerable en cuanto a la experimentación de sustancias adictivas.
Hoy en día la edad en la que
se inicia a consumir esta droga depresiva es muy temprana ya que oscila entre
los 12 y 20 años y suele producirse en las fiestas o reuniones familiares, pero
las primeras experiencias de borracheras tienen lugar fuera de casa junto a los
amigos.
El alcohol, debido a que
tiene un fácil acceso y poderosa propaganda, se ha convertido en la droga más
empleada por los jóvenes. El consumo es predominantemente durante los fines de
semana y mayoritariamente en lugares de ocio donde el significado de esta
palabra es un espacio de experiencias significativas donde se empieza a asumir
responsabilidades. A pesar de ser admitida socialmente, es el problema más
grande y da un fácil acceso a otras ilegales.
Un argumento muy cierto es que
el riesgo no está en probar alcohol, sino en la forma de beber, la frecuencia y
la cantidad que se ingiere. Una costumbre de un cierto grupo de personas es
consumir bebidas de bajo grado alcohólico frecuentemente como una copa de vino
después del almuerzo o la cena. A pesar de esto, existen evidencias de que en el
Perú hay aproximadamente un millón de alcohólicos.
El ocio juvenil se ha
asociado ahora a los locales nocturnos. Esta realidad ha acarreado muchos
problemas que alarman a los ciudadanos y en particular a los que habitan cerca
de estos lugares ya que han sido
testigos y a veces protagonistas de numerosas confrontaciones.
El exceso de alcohol tiene
como consecuencia alrededor del mundo 2,5 millones de muertes anualmente, de
las cuales una gran proporción pertenece o es ocasionada por jóvenes y los
problemas son distintos a los de un adulto: predominan los familiares y de
relación con los profesores y compañeros así como la disminución del
rendimiento escolar, conductas violentas, alteración del orden público,
accidentes de tráfico y/o conductas sexuales de riesgo.
Frecuentemente recibimos
noticias de accidentes, desapariciones, violaciones y muertes que involucran a menores de edad en
estado de ebriedad. Por otra lado, cualquier padre de hijos adolescentes o
preadolescentes que reflexione por un momento se dará cuenta que la edad de
iniciación en el alcohol se ha adelantado mucho y que la cantidad que se
considera normal que un menor de edad consuma ha incrementado. No es chistoso
ver a un adolescente entrar tambaleando a su hogar ni mucho menos vomitar por
el exceso
El alcohol lleva a iniciar una
vida sexual temprana, a una mayor frecuencia de encuentros sexuales, a tener un
mayor número de parejas, a no tomar precauciones al sostener relaciones y a
sufrir una mayor incidencia de infecciones de transmisión sexual. Comentando este
último punto, el 60% de las universitarias con enfermedades como el herpes o el
sida, lo contrajeron por no usar protección bajo los efectos del alcohol.
“De la vida hay que
salir como de una fiesta, ni sediento ni borracho” decía Aristóteles pero a la
mayoría de personas les cuesta limitarse. El exceso en cualquier cosa que
hagamos siempre va a traer consecuencias negativas. En el caso del alcohol hay
que aprender a disfrutar de forma inteligente y responsable, sin que afecte
nuestra integridad física y moral, ni ponga en peligro nuestra vida o la de los
demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario